sábado, 12 de marzo de 2011

Recuento 4: Los Mudos Que Hablan Por Las Manos

Para Alejandro

Voz en off: El día y el año no importan, basta solamente con decir que todo sucedió en fecha reciente. El mes era marzo, una de sus primeras mañanas calurosas, a pesar de que aún fuera invierno... Negro.

El piensa que la anterior no fue la mejor manera de comenzar a contar la historia de los mudos que hablan por las manos. ¿Que quiénes son ésos?, se dijo a sí mismo, alguien pudiera llegar a preguntar; ésos, se respondió sin hablar, somos los que habitamos el mundo de hoy, los que vivimos en el momento que se nos escapa rápidamente como las palomas a los niños cuando las persiguen en la plaza... Negro.

El piensa que lo que acaba de decir no está tan mal, pero sabe que podría estar mejor. Entonces, comienza a contarse a sí mismo, sin adornos ni elocuencia, una historia de antemano conocida y que va ilustrando conforme escucha sus palabras pronunciadas en su interior. La pared pintada en un amarillo brillante que tiene de frente, funciona de perfecto lienzo para ver pasar el cuento que se cuenta:

Soy yo mismo, se dice. Llego al trabajo y veo que a excepción de Gaby, la muchacha que hace el aseo, no hay nadie más. Esta circunstancia me agrada porque así no tengo que hacer como que hago algo para que así no me diga nada el supervisor quien ya me tiene hasta la madre con su "puedes venir un momentito" cada vez que se da cuenta de que estoy apenas desocupado. Saludo a Gaby cordialmente y ella me responde de la misma manera, de rato la veo que no hace más que sacarse los mocos y hacerlos bolita para después arrojarlos al piso muy relajada. Antes de encender el equipo, mi costumbre es estirar la espalda y brazos en la silla giratoria, después, tronarme los dedos. Así lo hago, pero esta vez me da por observar las líneas en mis palmas: AY YA, me dicen. Les hago caso. Negro.

Ahora, es momento de revisar si hay reportes de clientes que se acumularon durante la tarde-noche del día previo. Son pocos, los atenderé cuando aquí se llene de compañeros a los que, como a mí, nos gusta hacernos los pendejos de rato en rato durante el día laboral. Antes, lo primero que hacía era revisar mi correo electrónico, el facebook, el messenger, etc. Hoy, me voy directamente a mi cuenta de twitter...
Y la verdad es que decidí crear mi cuenta al tiempo que buscaba dar inicio a una nueva vida: la fotografía en mi perfil es falsa así como también los datos de mi edad y lugar de origen, todo es pura ficción. Hubo un momento en el que titubeé al reparar en que varios de mis familiares, amigos y compañeros de trabajo ya contaban con cuenta en twitter así es que bajo este escenario, es decir, con mi nueva personalidad, jamás los seguiría ni solicitaría que me siguieran: cuando alguno me preguntaba si ya tenía twitter, me limitaba a responder, mintiendo, que no le veía el propósito a esa nueva tecnología y me reía de manera sardónica.

Lo primero que hice fue seguir a mis ídolos. Pero me dí cuenta de que no tenía ninguna gracia la pretensión de entablar conversación con un muro de adobe inamovible y que solamente profería palabras cuando se le venía la gana. Dejé de seguir a más de 200 de mis mayores inspiraciones en la vida, y que tenían su cuenta de twitter certificada, en tan sólo una semana. Fue mi mayor decepción en esta nueva red social, bueno, hasta la segunda, la más contundente...

Cuando entendí que la fotografía que había puesto, donde seleccioné al azar a un joven atlético y provocativo de entre tantas imágenes sugerentes que existen en el ciberespacio, no atraía a muchas personas, decidí cambiar el tono casi serio con el que me manejaba en mis tweets, traté de hacerme el gracioso suponiendo que eso sería lo que me proveería de más gente. Y resultó, mis palabras los enamoraron, llegué a casi 300 seguidores en una semana; después, cuando añadí el #síguemeytesigo acumulé 1000. Todo iba viento en popa y lo mejor era que no era yo sino alguien más el que se divertía gastando bromas pesadas y chistes a cuanto incauto se atravesara en el camino y eligiera de víctima para hacerle el día lo más desagradable posible. Muy pronto dejó de importarme el hacer sentir mal a los demás, al contrario esto me revitalizaba. Al cabo de una par de meses, yo era el soberano sobre más de 10 000 personas que me rendían pleitecía. Negro.

Voz en off: Esto que acabo de decirme, me recuerda la historia del flautista de Hamelin que con el sonido de su instrumento... No, más bien, al mito de las sirenas...

El pensamiento fugaz se disuelve y él vuelve a mirar a la pared para continuar con la historia:
Jaque mate a las estrellitas de telenovelas y programuchos locales; sin ser nadie ya incluso había superado el número de seguidores de muchos que se autodenominaban "famosos". Negro.

Empero, me dí cuenta de que me había convertido en un monstruitter tras experimentar dos situaciones en las que esto quedó más que evidenciado: la primera, cuando uno de mis primeros seguidores, hombre serio que me conoció serio, me sugirió que ya no escribiera tantas vulgaridades ni tuviera tan mala leche con los demás; pues no me leas puñetas, le dije, y vete a que te den por el culo, chúpame la verga, le dije y me sentí aliviado. Otra, cuando a un jovencito de unos dieciséis años y con un estrabismo y un labio leporino que no se podían disimular en la fotografía de su perfil, le dije todo esto: "¡Miren! Observen al hijo de El Hombre Elefante y Susanne Boyle, Cuasimodo microcefálico que fue criado por los perros cuando sus padres no le encontraron ningún sexo entre las piernas. Miren al abominable engendro que se ha atrevido a insultarme con un no mames desabrido, búrlense todos de su ineptitud y fealdad".

Voz en off: Qué abyecto fui...

La mutación de tímido ratón de biblioteca hacia un ser sin nombre y totalmente desinhibido, tomando en cuenta que esto únicamente tenía lugar bajo el anonimato, sucedió paulatinamente y casi sin reparar en ello. De tal manera que, como el poder que suponía tener era tanto, ya no me daba miedo siquiera mentarle la madre a mandatarios, estrellas de cine y televisión, periodistas, literatos, cienastas o reconocidas figuras del deporte, obviamente que todos aquellos incautos que creían que por tener 500 followers ya eran famosos y se merecían el respeto de todos, eran sobre los que recaían los insultos más ingeniosos y duros. Al fin y al cabo contaba ya con esos más de 20 000 seguidores quienes me festejaban todas mis ocurrencias. Les daba tal risa que me alentaban a seguir escribiendo más y más insolencias, más tonterías de las que ese monstruo se alimentaba y le hacían crecer desmedidamente: su desproporcionado tamaño asombraba incluso al ser que tras apagar el equipo emergía pero ya muy disminuido en relación al otro. Negro.

Pero a todos nos llega nuestro día de juicio final. Cierta mañana, entre mis nuevos seguidores encontré la imagen de un joven no mayor a 30 años. La descripción en su biografía me pareció concisa y explicativa a la vez, sobre todo, auténtica. La fotografía en su avatar no parecía que fuera de alguien más y menos trucada. Para cerciorarme de esto, una vez que yo le dí follow, le pregunté si era él en la fotografía. Sí, yo nunca pondría una foto que no fuera mía en mi perfil, me respondió. Negro.

No hace falta especificar que con el transcurso del tiempo lo que inició como un enamoramiento pueril se convirtió en cosa seria, sin embargo, para él todo se resumía en ser una amistad que se limitaba a la dichosa realidad virtual. Él no entendía que para mí la realidad virtual podía llegar a significar más que la realidad real, por llamarle de alguna manera a esa realidad cotidiana que consistía en un ir y venir, como bajo cierto trance hipnótico, de un punto a otro todos los días, ver a las mismas personas y fingir estar a gusto a su lado cuando donde mejor me sentía era frente a esa pantalla y siendo un rey con más de 20 000 súbditos. Negro.

Un buen día de marzo, caluroso por cierto, aunque seguía siendo invierno, la primavera quedaba a exactamente quince días, me doy cuenta de que el objeto de mis deseos, que para mí nunca significó un sujeto, asegura en su primer tweet del día que ha conseguido pareja a través de twitter, que la noche pasada sostuvieron un encuentro cibersexual y no sé qué tanto más. Antes que pensar en molestar al conductor del noticiero local mandándole tweets coléricos, me lleno de rabia, de celos, como si en realidad ese joven amable y que me felicitaba siempre por mi ingenio a la hora de elaborar insultos, fuera de mi pertenencia: mi posesión absoluta. Negro.

Le mandé un DM:
-Cómo está todo eso, eh??
-Hola!! Qué "todo eso"?? No entiendo q me qieres dcir :S
-Hablo de eso que dices... Que tienes "novio"
-Jajajaja es un rollo que traemos unos amigous y yo
-...........
-Y esa línea d puntos q significa??
-...........
-Si no vas a dcir nada, amiguitou, le paramos porq yo sí tengo cosas q hacer
-Y yo también, pendejo!! Lo que te quiero decir es que me emputo porque estoy enamorado de ti!!
Negro.

Las consecuencias de mi destape fueron que no me quisiera hablar, primero, aunque le pidiera perdón una y mil veces y yo insistiera en que había sido un momento de enojo por otra cosa y que me había desquitado con él, pero ni así volvió a escribirme nada. Consecutivamente me bloqueó, me dio unfollow. Me sacó de esa realidad co-creada por él y yo. Pero yo no me daría por vencido tan fácilmente. Negro.

A pesar de que nunca intercambiamos números telefónicos, haciendo constar que él varias veces me lo propuso con el fin de continuar el relajo iniciado en horas de trabajo, para mí no fue difícil encontrar su dirección. Yo le había dicho que era de Guadalajara, él aseguraba que era de Monterrey, lugar donde realmente recido, por lo que escribía me había dado cuenta del lugar donde trabajaba. Busqué el número telefónico en la sección amarilla y llamé a la empresa y pregunté por su nombre, eso sí, su nombre con todo y apellidos sí lo conocía. Por el momento no se encuentra, hoy descansa, me hizo saber una joven. Sí, señorita, mire, lo que pasa es que habla el Dr. Gámez, inventé, necesito darle los resultados de unos análisis personalmente y es muy importante que no pase del día de hoy, ¿me podría proporcionar su dirección? La muchacha dudó, ¿Dr. Gámez, verdad?, dijo. Así es, le mentí. Permítame un momentito. No pasaron ni cinco minutos para que la crédula recepcionista me facilitara toda la información que necesitaba. Negro.

Tan pronto salí del trabajo, me dirigí a su domicilio. Vi que su carro estaba estacionado, modelo reciente y negro. En no más de hora y media, él salió de su casa. Era más delgado y alto que yo, llevaba barba de candado, su piel era morena y tenía un aire de árabe, la fotografía en su perfil no era tan reciente como suponía. Se fue en su carro y yo me puse a esperar a que regresara. Negro.

El se disponía a abrir la puerta de su departamento cuando me le acerqué y le hablé por su nombre, el no me reconoció, y cómo iba a hacerlo si mi fotografía de perfil era ficticia y ahora tenía a un hombre bajito, calvo y de poco más de cuarenta y cinco años frente a él. Hola, lo saludé cuando la distancia entre ambos ya era mínima, pero no me contestó. Dirigió su mirada hacía mí y se sorprendió, llevaba en sus manos bolsas de un supermercado. ¿Se le ofrece algo?, me dijo. Hasta entonces habíamos sido dos fotografías que intercambiaban palabras con una pantalla de por medio... nuestras manos habían sido nuestras bocas, nuestros ojos los oídos... Su voz fue tal y como imaginaba que sería... él, como yo, hablaba golpeado... Le dí con un fierro en la cara, para ser más preciso en el pómulo derecho. Se desplomó, pero no quedó inconsciente:

-¿Acaso no sabes que los followers de twitter son los nuevos stalkers? -le dije.
-Eso te lo robaste de alguien más. -dijo, cubriéndose con las manos el rostro, evitando la serie de golpes, por lo menos unos cuatro tubazos más, hasta que le saliera sangre del oído y quedara inmóvil. De la cajuela del carro saqué una segueta y me aseguré de que nadie pudiera ver lo que me disponía a hacer trasladando su cuerpo hasta detrás del carro. Negro.

La cabeza de Axel se conserva al interior de una bolsa negra para la basura en el congelador del refri de mi casa. Todas las mañanas antes de salir al trabajo, le echo una mirada y en ocasiones paso la mano por la bolsa para sentir sus facciones. Gracias al frío siempre será un lindo. Negro.

Claro que nadie investigó el caso y si lo llegaron a hacer seguramente se lo adjudicaron a los carteles, a los zetas, qué sé yo, como no me gusta ver los amarillistas noticieros locales no supe si lo que hice se volvió una nota roja más. Negro.

Y aquí estoy, se dice, tras revisar mis menciones en twitter reviso a mis nuevos followers. De pronto, encuentro a alguien que llama mi atención. Claro que nunca llegará a suplantar a Axel, pero algo es algo. Lo que pone en su biografía no me parece nada sobresaliente. Le doy un clic para ver su fotografía ampliada: su tez es clara, lleva lentes, su cara es redonda o cuadrada y tiene un mentón prominente, no pasa de los 30, alza la ceja como María Félix por vanidad, tiene boca de chupón, pero algo es algo. Ojalá y éste no me salga tan remilgoso como el otro. Te voy a dar follow @carlos_aldamas. Negro.

Voz en off: No hace falta ser un genio para decir que si este último twit-friend no se comporta a la altura de mis exigencia, se convertirá en la segunda víctima.

El deja de ver la pared, se encamina a continuar esa otra vida empezada y que empequeñece a la real, después transcribirá ese cuento que se ha contado sobre los mudos que hablan por las manos.

1 comentario:

  1. OMG que buen cuento, me dio escalofrios que nunca vere a twitter asi jaja, muy bueno me gusto,es importante decir que siempre hay que ser real, en todo pero sabemos que hay gente que no lo es, o se escudan en un personaje creado,.. muy bueno Carlos me gusto

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