viernes, 28 de enero de 2011

Recuento 1: Eres mi droga, eres mi vicio

Estoy de pie, muy cerca de ella. Ella: esbelta, tez blanca, frente amplia y cabello oscuro, ni-ondulado-ni-liso, sus ojos son grandes y brillan negros, su sonrisa se parece a la de Ana de la Reguera y huele... huele bien. No sé cómo se llama. Ambos caminamos a lo largo de un corredor reducido en una suerte de mercado rodante: como si estuviéramos mercando en los puestos de Reforma. Sé que es ella quien guía. No nos detenemos hasta llegar a un estanquillo donde un hombre rapado la reconoce y le sonríe. ¿Tienes algo para mí?, le pregunta ella. Él le indica con el pulgar que va a revisar al interior del puesto. ¿Qué es?, me dirijo a ella cuando el rapado desaparece. Ella responde rodeándome el cuello con sus brazos y se acerca a mi oído. ¿Nunca te ha pasado que, a pesar de amar a alguien y estar convencido de que darías tu vida por la suya, digo, si así sucediera, existen cosas sobre ti que jamás le contarías por temor a perderlo todo?, susurra calentándome la oreja. Todos tenemos secretos, le respondo y ella suelta una risilla. El rapado aparece en el umbral del estanquillo y ella me suelta cuando ve que el rapado, como diciendo "lo siento, vuelva luego", niega con la cabeza. El gesto en ella cambia. ¿Cómo?, pregunta incrédula, ¿nada?. El rapado alza los hombros como si dijera "ni modo, ahí para la otra". ¿Sabes de alguien que venda pastillas o coca?, me pregunta ella y veo la desesperación en sus ojos. No, ¿drogas?, digo cuando no me creo sus palabras. Hay un acercamiento a sus ojos que brillan negros. Corte a: Ambos caminamos por una calle en la que hay construcciones antiguas: casas-habitación y negocios. ¿A dónde me llevas?, me pregunta ella. No sé todavía, le digo, espero que sigan ahí. ¿Quiénes?, insiste. Dos señoritas bien aseñoradas, le respondo, pero ella no soporta lo que le acabo de decir. ¿Y ellas tendrán algo para lo mío?, sigue cuestionando. Espero que lo que ahí encontremos te tranquilice un poco, le respondo tratando de calmar sus nervios. Ella se acerca y besa mi mejilla. Te prometo que voy a hacer todo lo posible para cambiar, declara. Por lo menos haz el intento de sustituir tu adicción por otra, le aconsejo. ¿Qué?, pregunta ella como si no haya escuchado lo que acabo de decirle. Mira, ahí están, le digo cuando veo que al cruzar la calle están un par de ancianas que deambulan al frente de un carretón que lleva adelante un caballo viejo y flaco. Una de las mujeres lleva una cubeta y está regando el suelo, la otra barre lo regado. Los dos cruzamos la calle y llegamos adonde están ellas. Vienes de vuelta, dice la mujer que barre cuando me mira. Asiento. ¿Es tu novia?, me pregunta la que riega, deteniéndose para dejar la cubeta en el suelo. Somos algo, responde mi acompañante, no sé qué, agrega mirándome a los ojos. ¿Podemos ver?, le pregunto a las mujeres. Sí, responden ambas mujeres al mismo tiempo, tengo que añadir que son gemelas. Caminamos a la parte posterior del carretón y yo descubro la lona. ¿Libros?, pregunta ella extrañada. Y películas en VHS, le digo. Todo se soluciona con un buen libro, dice la anciana que barría, no había reparado en la mujer se ha vuelto muy vieja. Y una buena película, dice la que regaba. Los dos comenzamos a buscar en la alberca de libros y videocintas. Ella encuentra un libro que lleva una dedicatoria que la conmueve, pero no me dice qué dice. Me llevo éste, nos dice. Yo estoy fumándome un cigarro viéndola de pie, alzando el libro con su mano izquierda, encima de la pila de libros y películas en VHS arriba del carretón. Lo otro se va a llevar tiempo, le advierto cuando ya la he ayudado a bajarse al suelo, apenas has dado un paso de gato. Tú pagas, me responde fríamente.

Inauguración

Este día celebro por partida doble: es mi cumpleaños y, además,  mi reencuentro con la escritura vía un sitio blog; en Luna Es A Ojo/Nube Es A Navaja -título del proyecto de libro, más que novela, que nunca he publicado- me atrevo a rescatar textos que quizá en ninguna ocasión he compartido, menos han dejado de estar en mi disco duro, pero que a partir de hoy doy a conocer sabiendo de antemano que todo el mundo tiene la urgencia de fungir como crítico sobre lo ajeno.

Serán dos las vertientes en el sitio:

1) Recuentos, que es como me ha dado por llamar a la mezcla de la mezcla de sueños y acontecimientos, ideas que llevo acumulando aún sin saber cuál es la necesidad de hacerlo y que en ocasiones también llamo "cuentos sobre lo mismo".

2) Luna Es A Ojo/Nube Es A Navaja, proyecto de libro que aún no he terminado siquiera de revisar con minuciosidad.

En febrero serán cinco años desde que no escribo en un blog, el anterior -que muy pocos visitaban, pero quienes sí, lo hacían con frecuencia- http://recuentosdeladecadencia.blogspot.com/ lo abandoné cuando el boom por los blogs fue, redundando, decayendo. Ahora, bríoso, no he encontrado nada que me impida publicar lo que con tanto recelo atesoro.